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Este blog se abre como un intento para debatir temas que preocupan a la sociedad y otros que no tanto pero que no tienen cómo hacerse ver o escuchar


jueves, 7 de octubre de 2010

Carta a los famosos

Esta carta fue redactada por chicos del Instituto Manuel Belgrano, no el colegio privado sino el instituto privado de libertad.Son chicos de entre 16 y 18. La nota me fue alcanzada por un alumno del Taller de la Orientación al Periodismo de la Carrera de Comunicación de la UBA, que realizó una crónica sobre el taller de escritura que funciona en el Belgrano. La carta, como notarán querid@s amig@s es del año pasado. Lamentablemente, lo que dicen en ella es de crudísima actualidad.
Acá va :


A raíz de las declaraciones hechas en los últimos tiempos por algunos personajes mediáticos, entre ellos Susana Gimenez y Marcelo Tinelli, acerca del tema de la inseguridad, nuestros jóvenes les responden a través de la presente carta. 
Instituto Manuel Belgrano, marzo de 2009


A los famosos que reclaman seguridad: 

Ustedes que quieren seguridad no saben lo que nosotros vivimos día a día. Somos un grupo de jóvenes de entre 16 y 18 años (nacidos entre el 91 y el 92). Escuchamos las declaraciones que hicieron en los medios y nos chocó porque ustedes se quejan y tienen toda la plata y nosotros a veces no tenemos para comer. Para nosotros eso es inseguridad, lo que cada persona humilde vive día a día, con sueldos que no les alcanzan a la mayoría de la gente ni para comer o darles de comer a sus familias. 

Ustedes piden por la seguridad de ustedes, sin embargo, se olvidan de que cuando la policía mata a un familiar nuestro nunca sale en los medios y no se entera nadie. Nos preguntamos por qué la vida del familiar o conocido de un famoso vale más que la de una persona humilde. Sin embargo, en la raza humana, somos todos iguales, nadie es más que nadie. 

Tinelli, hemos leído lo que dijiste: “Pagamos los impuestos para que alguien vele por nosotros”. Nosotros podemos ser humildes pero también pagamos los impuestos y, sin embargo, nadie vela por nosotros. 

¿Por qué no piensan ante de hablar en la situación que vive el país, donde 20 niños por día estan condenados a morir de desnutrición y esto no sale en los medios? 

Mientras ustedes están “refugiados” en sus countrys, nuestros padres se están quedando sin trabajo y nosotros viviendo en las calles y buscando para comer mientras ustedes llaman al delivery. Cada día hay más desocupación, más chicos en la calle arruinados por la droga y nadie hace nada al respecto. 

Mientras ustedes gastan fortunas en cirugías estéticas o se pueden dar el lujo de levantar el teléfono y llamar a un médico o recurrir a una clínica privada, nosotros tenemos que correr al hospital o a la salida que, en general, no tiene elementos para atendernos. 

Como verán, la inseguridad tiene dos caras: una para la gente humilde y otra para la gente con plata. 

Ni siquiera podemos conseguir un trabajo seguro porque, como somos menores, nos pagan en negro y poco y ni siquiera nos dan obra social ni seguro de vida y muchos de nosotros ya somos padres y tenemos que mantener una familia. 

La solución para la inseguridad no es más cárceles, ni más policías en la calle ni penas más largas, ni bajar la edad de imputabilidad. Nosotros que vivimos la otra inseguridad creemos que la solución es darnos trabajo a los menores y que nos paguen bien para no llegar a delinquir. 

Jonathan P., Alan B., Darío G., Iván H., Lucas F., Maxi H., Juan M., Juan K. 


Los peligros de ser adolescente, negro y pobre

Por Adriana Puiggrós *

La media sanción del Senado al proyecto de ley que crea el Servicio Cívico Voluntario es un verdadero disparate y no coincide con ninguna teoría pedagógica, excepto que “la letra con sangre entra”, agravado porque en este caso no se piensa en la letra y lo de la sangre es altamente inoportuno en nuestro país, que aún recuerda a los jóvenes que recibieron su dosis de reeducación desapareciendo en los campos de la dictadura.  En esta época en que las cuestiones relativas a la comunicación ocupan un lugar destacado en los frentes donde se lucha por el poder, la apropiación de palabras es una modalidad que ha resultado muy efectiva, en especial para una nueva derecha que desborda de cinismo. Las reformas neoliberales fueron hechas en nombre de la desburocratización, la descentralización, la distribución y otras tantas acciones que se colocaron en la serie de la democracia, pues era obligatorio declarar a las propuestas antidictatoriales y antiautoritarias para que se consideraran políticamente correctas. La operación perfecta consiste en la apropiación de un término que tiene connotaciones reivindicativas produciendo su vaciamiento, lo que no es un inocente juego lingüístico, porque los juegos lingüísticos son actos de ejercicio del poder. Así ocurre con la palabra “inclusión”, hoy de moda. Hace dos siglos, Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, sostuvo que el sistema escolar latinoamericano debía construirse a partir de los pobres, los desarrapados, los negros, los indios. Ellos serían el corazón de la educación, su núcleo más significativo, el que le otorgaría sentido. (Si hubiera vivido en la Argentina del siglo XXI seguramente habría agregado a la lista a los chicos de 14 a 18 años sin trabajo ni estudio.) Los agregados, los incluidos en segundo lugar de importancia, serían los otros, los hijos de los ricos. En cambio, los autores del proyecto de Servicio Social Voluntario piensan de manera inversa al educador venezolano. Representan al sector que ha estado siempre en contra de la educación pública y a favor de un sistema meritocrático privado. Sus propuestas no nacieron con el neoliberalismo, sino que acompañaron a todos los gobiernos antidemocráticos y dictatoriales, pero el proyecto educativo neoliberal los alentó y actualizó. Su gesto más genuino es racista. Consideran que primero debe educarse a los mejores, en quienes se invertirán los mayores recursos. Luego se irá construyendo la pirámide hacia abajo pero, dicen, necesariamente los pobres, negros, desarrapados, que llegaron a tal situación producto de la crisis, o, la verdad, porque carecieron de capacidad, qué le vamos a hacer, ahora ya son drogadictos, delincuentes, pero lamentablemente no se puede poner a todos preventivamente presos o en reformatorios o hacer con ellos justicia por mano propia, dado que estamos en democracia y no hay más remedio que incluir a todos, en nombre de la inclusión hay que darles el lugar que merecen, y que merecemos que tengan, lejos de nuestros hijos y de nuestros bienes, por eso los mandamos a los “cuarteles”, para que los eduquen, los hagan personas de bien. En el oscuro fondo del razonamiento que impulsa el proyecto subyace la imagen de campos militares donde se imponga la disciplina de la cual estos chicos supuestamente carecen.  El proyecto denota un profundo desconocimiento de nuestros jóvenes. La Argentina está muy lejos de sufrir bandas juveniles que tienen un alto nivel de organización, como ocurre en México, en El Salvador o en Brasil. Los grupos de nuestros “chicos de la calle”, afortunadamente, de ninguna manera son comparables con aquellas organizaciones. Programas como el “Fines” de los ministerios de Educación y de Desarrollo Social, en los cuales incluirlos es darles una mano para que recuperen el capital simbólico que se les ha expropiado o negado, logran atraer y orientar a los jóvenes, así como los programas deportivos, recreativos y especialmente los de capacitación laboral. Además existe el sistema escolar, que los autores del proyecto de hecho descartan, pues para ellos no es una buena solución abrirles a aquellos chicos un lugar en las aulas a las cuales concurren sus pares de otros niveles sociales. Pero lo peor es que consideren una falta que no trabajen, mostrando su total desconsideración de la legislación nacional e internacional, que prohíbe el trabajo infantil y juvenil. El proyecto es antidemocrático, injusto y espanta al denotar la persistencia de una mentalidad represiva que ha causado profundos dolores al país, así como la condensación del odio social en los chicos pobres, una vez más.

* Diputada FG-FpV, presidenta de la Comisión de Educación.

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-154467-2010-10-07.html

Los otros y los miedos

UN CRIMEN REVELA RESPONSABILIDADES SOCIALES

Todos los que matan a Matías

Por Andrea Homene *
A Matías Berardi lo asesinaron, el martes de la semana pasada, según dicen hasta el momento los investigadores, los miembros de una familia que lo habían secuestrado para pedir 500 pesos de rescate: atrocidad injustificable que merece la más enérgica condena. Pero no fueron sólo ellos quienes terminaron con la vida de este chico de 16 años. A Matías lo asesinaron los vecinos, que lo vieron correr desesperado pidiendo ayuda pero, como era perseguido por otras personas que gritaban que les había robado (luego se sabría que eran sus secuestradores), no intervinieron para asistirlo.
También lo asesinaron los periodistas que instalan en el imaginario del público la idea de que los jóvenes son los responsables de todos los problemas de inseguridad. El remisero que no dudó en huir cuando vio al joven acercarse a su automóvil con intenciones de abordarlo también lo asesinó.
Lo mataron además quienes vieron cómo Matías era finalmente interceptado por un automóvil, subido a golpes, y no hicieron nada para evitarlo. También lo mató la policía, que alertada “porque un menor intentó asaltar a un remisero y luego fue subido a un auto”, hizo un breve recorrido por el barrio y se retiró. A Matías lo mató la clase media, que construye bunkers rodeados por doble alambrado electrificado para subrayar las diferencias entre un adentro habitado por los buenos ciudadanos y un afuera infectado de “malvivientes”.
El miedo no pregunta. Sospecha
Matías murió por ser un adolescente. Cargó, por un instante breve y fatal de su vida, con el estigma que cargan miles de adolescentes como él, que continuamente son agredidos, despreciados, maltratados, humillados, por los buenos ciudadanos que pagan sus impuestos y que reclaman airadamente bajar la edad de imputabilidad, endurecer las condenas (como si ser un adolescente de clase baja sin futuro ni ilusiones no fuera condena suficiente), que no salgan nunca más de la cárcel.
Existe otro Matías. Lo conozco. Está cumpliendo una probation. No vive en un barrio privado, no juega rugby, no asiste a un colegio bilingüe. Es morocho. Todos los días sale a vender productos de limpieza por la calle. Y casi todos los días la policía lo para, lo obliga a ponerse contra la pared, le hace abrir las piernas, someterse a la requisa, abrir su mochila, dejar caer su mercadería, soportar que se la pateen y juntar lo que queda de ella sin decir una sola palabra, porque, al menor atisbo de protesta por el atropello, pueden llevarlo a la comisaría por “resistencia a la autoridad”. Cualquier conflicto le haría perder la probation y podría derivar en su detención. El sabe que no puede reaccionar ante el funcionario policial; no puede defender su derecho a querer darle un curso diferente a su vida, a ganar honestamente el sustento de su familia. Debe callar y juntar del piso su mercadería pisoteada.
Los que creyeron que el otro Matías era un ladrón consideraron justo que fuera perseguido por sus presuntas víctimas y empujado al interior de un auto. A nadie se le ocurrió que, aun cuando hubiera cometido un delito, debía ser protegido de la persecución justiciera. Es más, si hubiera sido un ladrón, y sus víctimas, como ha sucedido, hubieran hecho “justicia” por mano propia, el discurso social ante la muerte del chico hubiera sido muy diferente. Los homicidas hubieran sido considerados casi como héroes. Difícilmente se hubiera establecido su responsabilidad y en el caso de que fueran identificados, un buen abogado habría logrado probar el “estado de emoción violenta” y así la inimputabilidad.
El otro Matías trata de sobrevivir en un medio que le es hostil y, cuando le pregunto qué necesita, contesta: “Una vida nueva”. Con este Matías, intentamos aún reparar todo el daño que se le ha hecho; que pueda algún día ilusionarse, desear, imaginar una vida en la que pueda andar libremente por la calle, trabajar, ir a bailar, sin tener que agachar la cabeza cuando la mirada del otro le dirige desprecio y burla.
* Psicoanalista. Perito psicóloga en una defensoría oficial del conurbano bonaerense.

http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-154453-2010-10-07.html

Habeas corpus por el habeas corpus (2)

Texto de la nota presentada ante el Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba y listado de organizaciones y personas que adhirieron a la misma, reclamando por la vigencia y efectividad de la garantía del habeas corpus

 Presentación ante el TSJ de Córdoba